Mis años de tocino y huevo | Desayuno
TCuanto más envejeces, más pasado de moda se vuelve. Ahora que tengo más de 50 años, mis primeros recuerdos de los desayunos de la infancia se sienten como algo que debería verse, si no en blanco y negro, ciertamente en esos tonos dulces recocidos que pasaban por los primeros colores de la televisión. Esto se debe a que cada uno de esos desayunos, todos los días, también se cocinaba. Me vestía, o en los primeros días, me vestía, con el olor a tocino chisporroteante y huevos fritos. Mis padres trabajaban a tiempo completo, por lo que, en mi memoria, el trabajo pesado lo hizo uno de una sucesión de au pairs, una encantadora joven llamada Laura de Turín o Brigitte de Estocolmo. Dios sabe lo que hicieron con este peculiar ritual británico.
Y realmente fue peculiar. Mi madre, Claire, comenzó su carrera como enfermera. Cuando yo nací, ella ya era columnista independiente de consejos. Había comenzado a construir la biblioteca de trabajo académico que respaldaría su conocimiento sobre la salud física y sexual. Y, sin embargo, allí estaba ella, todas las malditas mañanas, dándonos una palada de grasas saturadas y crujientes porque a principios de la década de 1970 esa era la única manera adecuada de comenzar el día. Me encantaron esos desayunos de tocino y huevo.
No podían durar. Una mañana, cuando tenía unos seis o siete años, no encendían el gas. La sartén se quedó en el armario. Ahora era tostadas y Marmite. Y no la buena tostada blanca. Estaba hecho de un bloque de pan integral, del color de la arpillera, del cual se aserraban rebanadas en lugar de cortarse. Algo que ver con la fibra y el intestino. Tampoco era mantequilla. Claire había leído algo sobre eso en alguna parte. Ahora tenía que ser Flora. Era mejor para nosotros, aparentemente. no lo dudo Simplemente no fue tan agradable. Lo curioso es que muy rápido nos adaptamos a la nueva normalidad del desayuno. La vida siguió adelante. Los años del tocino y el huevo habían terminado. Los lloro todavía.
Envíe un correo electrónico a Jay a jay.rayner@observer.co.uk o sígalo en Twitter @jayrayner1
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